Thursday, January 22, 2009

El nº 23

Capítulo quinto:
Conozco a la rubia suicida.


- Los vecinos me avisaron de su intento.
- Ya sé de qué vas. Pero eso de pasarte por mi amigo no cuela. Si te acercas más me colgaré.
- Espero que no lo haga. Hoy es mi cumpleaños. Si se ahorca, será el peor día de mi vida.
- Eres patético. Hablo en serio, voy a hacerlo.
- Ahorcarse, eso es doloroso. La mayoría hace mal el nudo y luego se pasea por la vida con un collar permanente. Un recordatorio atroz de su propio patetismo. Venga, hablemos. Si sigue deprimida le pegaré un tiro entre ceja y ceja. Soy buen tirador.
- ¿De verdad es tu cumpleaños?


La rubia suicida me contó que había sido una buena persona, pero que ahora…


- Soy una mala mujer… No quiero llevarte a la maldad.
- No tiene ese poder…
- Vete a ver a mi ex novio, él te lo demostrará.


Debería haberme ido de allí en ese mismo momento. Pero entonces lo dijo:


- ¡Es este número! ¡este maldito número! El 23. Domina mi vida, es culpa de mi padre. Dijo que tenía el modo de vencer a ese número. Y le venció, así me salvaría. Dijo: “Papá te quiere y hará algo para garantizar que no heredes la maldición”. Se equivocó. Su garantía no valía ni la sangre con la que se escribió. Supongo que no me quería lo bastante. ¡Está por todas partes, fechas, horas, en números de matrículas, en páginas de libros, en los botones de los ascensores! ¡Pronto descubrí que estaba en mi nombre, en las palabras que decía! Nada, nada está a salvo. El rosa es mi color favorito ¿sabes qué es el rosa? Rojo 58, blanco 47, suman 105 menos 13 da 92. “Rosa” tiene 4 letras, 92 dividido por 4… ¡Venti-puto-tres!


Seré sincero, no la entendía. Le hice la única pregunta que tuve valor de formular:


- ¿Hay más café?


Era importante que ella siguiera hablando, así que le conté una historia:


- Yo tenía un tío, se llamaba Charlie. Y un día leyó en su horóscopo que se enamoraría de una mujer vestida de rojo. Así que salió, se pasó el día buscando, y encontró una. Seis meses después se casaron.
- Mientes.
- Dos años después la mujer de rojo se divorció de mi tío, le sacó todo lo que tenía. Y él sigue perdido, en este preciso instante. Sigue buscando a la mujer de rojo. Cree que se equivocó de mujer.
- ¿Y por qué debo sentirme mejor oyendo eso?
- Pareces más lista que mi tío Charlie.


Tenía una cara hecha para sonreír, y al salir de aquel lugar pensé que había sido otro trabajo bien hecho.


Al día siguiente localicé al ex novio que había mencionado la Rubia Suicida. Quemar posos de café es un viejo truco usado por la policía para disimular el olor a muerte en el escenario de un crimen. Pero se había acabado el café.


Cuando le conté a Fabrizia lo de la Rubia Suicida me suplicó que la llevara a su apartamento. Su reacción fue típica de Fabrizia. Muerte y sexo, eso la excita. A medida que caían las hojas de las paredes quedó claro el alcance de la obsesión de la Rubia Suicida. Lo había reducido todo al 23.


Cuando averigüé cómo se llamaba todo empezó a encajar. Quizá sólo era una coincidencia, porque un nombre es solo un nombre, y un número es sólo un número. ¿O no?
(…)


Capítulo séptimo:
La Rubia Suicida había despertado en Fabrizia un gusto por probar emociones nuevas. Yo le seguía la corriente, pero no dejaba de pensar en el número.
No le dije el reloj de la pared marcaba las 9 y 14 minutos.


- Finge tener un cuchillo… Vamos. Ahhh… Sé que me harás daño.
- Cierra la boca, puta. O morirás.


Por supuesto yo jamás dañaría de verdad a Fabrizia. La amaba. Y creía que ella también me amaba. Pero empecé a tener pesadillas, a cual más terrible…


...to be continued...

1 comment:

Anonymous said...

a mi no xDDDDDDDDDDDD

es un poco caotico como escribo, aunque esa es un poco mi intencion, muchos puntos = mas dramatismo xDDD