Monday, November 17, 2008

El niño cebolla

INTRODUCCIÓN:
Este relato, ha tomado cuerpo en horas de clase. Entre explicación y explicación y también durante éstas.Tengo que haceros saber, aunque creo que es evidente, que lo he escrito bajo presión, la presión de Carlos, gracias por estar siempre a mi lado, y condicionar mis palabras y la presión de cómo no, la adorable zorra a la que lleva a burriquito.Sin más dilación, aquí está, para todos ustedes: ¡¡¡LA HISTORIA DEL ESQUELETO CEBOLLA!!!
Última aclaración: la adorable zorra me ha recomendado (obligado a) que cambie el título de muy buenas maneras, como siempre. Pero no se ha dado cuenta de que el niño cebolla es bastante parecido a “el niño melón” de al otro lado de la cama. Pero bueno, por eso de que soy excesivamente servicial (mmm), llamaré al final a mi relato: “la historia del niño cebolla antes llamado esqueleto Carlos”.

LA HISTORIA DEL ESQUELETO CEBOLLA
Erase una vez una cebolla muy pequeñita. Se llamaba Carlos. Tenía un tupé y le gustaban las zanahorias con pimienta. No hace falta que las probéis para opinar, era un simple ejemplo, obviamente inventado para dejar claro (que todo hay que decirlo) que nuestro protagonista era un poco rarito, una miaja nada más.Bueno, que me descentro hablando de cosas que no vienen a cuento. Carlos, como os decía, era una cebolla singular. Digamos que el simple hecho de ser el protagonista de uno de mis relatos ya le da, además de categoría, cierta predisposición a no ser, lo que generalmente se conoce como, normal.Nuestro señorito cebolla era adolescente, un púber inseguro, que, al igual que casi todos los jóvenes de su edad iba descubriendo los cambios de su cuerpo, a veces más alegre, a veces más triste.
Se puso contento cuando le salió el bigote. Pero más tarde empezó a crecerle la cabeza, haciendo que perdiera esa dulce proporción que guardaban sus formas cuando era solo un inocente niño.
Supongo que pensaréis, que no es para tanto. Todas las cebollas son cabezonas y les sale ese bigotillo medio canoso, pero lo mismo ocurre con los humanos. Nos salen pelillos, tetillas…es ley de vida. Sabemos que es así, pero eso no supone que no nos afecte a todos en diferentes proporciones. Así que no juzguéis a Carlos. Encima, Carlos era especialmente cabezón.
No puedo escribir esta historia. Me planto. Yo no puedo pensar en cebollas si me rondan por la cabeza espléndidos guacamayos, que si sube sube, que si dame un besito…yo también soy humana y ciertas cosas me superan. Entre ellas el aparato fonador. Hay veces en la vida en las que debemos ser humildes. Reconocer la grandiosidad de un “algo” superior. Y ahora mismo, ha llegado ese momento de agachar mi humana cabecita (vale ¡Yo también soy cabezona!) ¡Este relato era solo una manera de expulsar mi frustración! ¡Una manera de sacar ese dolor tan intenso que llevo dentro! ¡Ay de mí! ¡Al final solo he conseguido derribar los muros de mi pedestal! ¡Basta ya! ¡Se supone que me estaba plantando! ¡Ala! ¡Adiós! ¡No tengo porque dar más explicaciones! ¡No me presionéis leñe! No queráis exprimir mi arte!¡ Vale ya vuelvo al otro lado! ¡Ya vuelvo a subir! Otro día hablaré de Carlos…cuando no lo tenga a mi lado ¬¬
Carlos está otra vez a mi lado pero hoy voy a ponerle verde porque se mete con mis ojos. Que son requetebonitos! Firmado: Carlos (le gusta Aladdin)Mis ojos también son bonitos ¡Hijos de puta! Firmado: CarlosA ver, veamos. El niño cebolla se debatía entre ser un niño y ser una cebolla mayor. Debía aceptar los cambios de su cuerpo y ya de paso afeitarse el bigote más a menudo. Pero al igual que muchos jóvenes, también humanos quería marcar tendencia, pero como era cabezón y todos le odiaban, Carlos el cebollino además de estar solo parecía un monje shaolin. A pesar de todo Carlos mantenía su ingenuidad. Su candor juvenil y decidió aprovechar su tiempo. ¡Vivir cada minuto como si fuera el último! ¡Vivir nuevas experiencias! ¡Y decidió ser un aventurero!
¡Pero claro! ¡Todo lo veis muy fácil vosotros! ¡Ala! ¡Escribe escribe! Y no es tan fácil! Hora que hago eh!? ¡Carlos el aventurero! ¡Carlos el espíritu libre! ¿Qué va a hacer una cebolla? ¿Comprarse un poncho? ¡No puede moverse! ¡No puede explorar el trozo de huerta en que residen las zanahorias viciosas! ¡Ni aderezarlas con pimienta como le gustaba! ¡Es que claro! Partimos de que esta cebolla era inútil. Ya sé que yo la he elegido como protagonista y que podría haber sido un tigre blanco. Un tigre exitoso que llegara a la cumbre de la pirámide social tigresa. ¡Ser un tigre del circo mundial!
¡Pero claro! Las cebollas no se mueven. Son feas y patéticas y no tienen nombres exóticos de tigre. No puedes llamar a una cebolla Azrael. ¡Sí coño! Era el nombre más exótico que se me ocurría. Tienes que conformarte con el nombre que te dice alguien y ¡ala! ¡Te tienes que aguantar! Encima no te dicen cualquier nombre no. ¡Te dicen el suyo propio! Porque la gente es así de egocéntrica. Y encima lloran a tu lado y tú tienes que aceptarlo como si fuera normal.(¿Su nombre? Ya ya. ¡Ahora que te he puesto verde tiras la pelota! ¡Todas las cebollas sois iguales! ¡Ves! ¿Cómo voy a escribir con ingenio y arte sobre vosotras?)
Pero bueno voy a seguir con mi historia a pesar de los pesares. ¡Porque ante todo soy una persona inteligente y luchadora! Y no me doy por vencida fácilmente aunque todos vosotros queráis destrozarme. ¡Sobretodo Satán y todos los que le seguís!
Ahora Carlos me halaga porque ha leído el párrafo anterior antes de tiempo pro a mí no me camela.
Prosigo. Y esta vez hasta el final que entre éstas hojas solo falta que vuele Fuyur…*Para el que no haya tenido infancia aclaro que era uno de los personajes de la historia interminable y como este relato nunca acaba pues eso. Ahí está la gracia. Me siento destripadora hoy. ¡Imbéciles!
¡Ala! ¡Aaaaa! Ha llegado la hora de poner fin a esto…ahora todo cobrará sentido. Ahora todos entenderéis el porqué del título. Todo estaba planeado. Os he dirigido a todos para que me hicierais escribir esto. Puede que creáis que se me ha ocurrido ahora. ¡Pues sí! ¿Y qué? ¿Acaso no puedo pretender que me consideréis superior? ¿Una mentalista en toda regla? ¿Un prodigio de la literatura juvenil urbana? Eh!?Eh!?
¡Y solo queda su esqueleto! ¡Jajaja! ¡Jajaja! ¡Joderos! Carlos está muerto y yo estoy disfrutando de la suculenta tortilla y no os daré ni un trocín! (Que tampoco es una cebolla muy grande -a pesar de su cabeza grande antes nombrada- y no da para más. No penséis que no os doy porque soy mala y egoísta… ¡Yo os quiero! ¡Os quiero hermanos!) Pero no os doy tortilla y mañana mataré a quien ya sabéis y la cebolla muerta llorará. ¡Ala! ¡FIN!
Como soy buena persona y acepto las críticas con gracia y honor, y también para hacer feliz a la gente voy a contaros lo que ocurrió a Carlos cebolla tras su muerte, cuando era el esqueleto cebolla. De esta manera, queda claro que lo hasta aquí escrito era un simple presentación y a continuación narraré los amoríos de este joven que vagaba entre nuestro mundo y el otro, entre la tierra de la huerta y el aceitillo requemado de la sartén.
En su primer viaje, Carlos se hizo amigo de una señorita un poco sueltecilla que encandilaba a todo el que se acercaba a ella. Carlos se quedó prendado de su cuerpo. Miró su esbelta figura, su brillo, su color, ese plástico sofisticado y firme que le miraba desde arriba. Carlos no podía parar de mirar a esa mujer que levantaba el brazo en su pegatina. Carlos se enamoró del aceite Carbonell.
Pero como toda relación guiada por la pasión y la lujuria tuvo consecuencias fatales. Y la excesiva dominación de esta espesa y liquida dama sumada a numerosos escarceos con otros “hombres” hizo que Carlos sufriera. El movimiento del bigotillo que la conquistó pasó a darle asco a medida que Carlos se apochaba y se ponía moreno. Su piel ya no era tersa y suave, no tenía ese brillo natural tan típico de joven de campo que tanto nos pone a las mujeres.
Ahora Carlos había mermado considerablemente y las huellas de su relación eran evidentes. Estaba sucio y grasiento pero al menos ya no era tan diado por los demás porque había perdido sus superpoderes lacrimógenos y encima tenía un olorcillo muy rico.
Carlos ya no olía mal pero su corazoncito estaba dolido y no le importaban ni los pimientos, rojos y verdes que por aquel entonces lideraban el top de las hortalizas sexys.
Carlos lo estaba pasando mal. La sombra de una racha fatídica sobrevolaba su bigote. Carlos empezó a plantearse cuestiones tales como el significado de la vida. Los ciclos y reutilizaciones de su materia prima. ¿Cuántas vidas tiene una cebolla? ¿Cúantas veces se puede cortar? ¿Cúantas heridas puede soportar un corazón? ¿Cuantos cms puede crecer el bigote de una cebolla? Carlos se apartó de sus propósitos iniciales al darse cuenta de que tenía esencia de aventurero y al aceptar su problema, que es el primer paso, re-direccionó sus pasos.
La experiencia le había enseñado que no era una de esas cebollas que se agujerea con aros de oro y dice frases como: Yo he estudiado en la mejor universidad. En la universidad de la vida. Así que, al apartarse del mundo pandillero decidió matricularse en la facultad de filosofía para formarse, aumentan su conocimiento y aprender principalmente de errores ajenos.
Fue en aquella época cuando Carlos hizo su primer amigo. Carlos conoció a Platón. Reían juntos, hablaban, jugaban al pádel, reflexionaban…Y así poco a poco Carlos olvidó a Madame Carbonell y Platón superó la muerte de Sócrates.
Los dos aprendieron a disfrutar del sexo y Carlos descubrió los beneficios del griego. ¡Malpensados! A Carlos le interesaban mucho la cultura clásica y empezó a darse polvos de escayola por las mañanas antes de salir de casa (bueno Carlos no tenía casa, era un indigente mantenido)
Como veo muy difícil darle fin a esta historia, en laque pensaba matar a Carlos definitivamente, decidí ayer preguntar al interesado obre sus perspectivas de futuro. “¿Por qué vas a matarme?” preguntó, con cara de buena gente, ojillos caídos y gesto pueril. Él me contó que quería acabar sus días en el campo, rodeado de hijos (que original el tío), un riachuelo, una casita de piedra, una huerta y animalillos a los que cuidar.
Bueno, no me dijo todo eso, porque tampoco es que se esforzara demasiado. Así es la juventud de hoy, se dejan llevar, les da igual. Les dices que tienen oportunidad de cambiar su futuro, de elegirlo y ya ves, como si nada. Así que, como castigo, a ver que lo piense, no lo voy a matar, no por falta de ganas (¬¬aunque muerto ya está) sino porque luego recibo criticas, le daré un final incierto.
Trabajara en una granja sí. Vivirá con Platón y empezara a pagarle el alquiler, que en los días de hoy el amor no le importa a nadie. Bueno a Carlos sí, pero porque no tiene nada en propiedad.
Entonces, nuevamente a petición de Carlos cebolla, el personaje dará un último giro. Ultimo de verdad por favor.
Carlos arto de su fácil y placida vida junto a Platón. Harto de ovejitas, harto de la dieta mediterránea, de los braseados findus, tan auténticos, tan sabroso… harto de pasarse el día entregando su cuerpo al fornicio, harto de las perversiones del maduro filósofo decidió huir, porque era un cobarde. No dejo ni siquiera una carta de despedida y encima de robo tres túnicas a su enamorado.
Nuestro niño cebolla (niño niño…) viajó al mar Cantábrico y embarco con rumbo al Caribe para dedicarse a aquello para lo que según él si estaba preparado. Carlos se hizo pirata.
Al principio le costó adaptarse, y le costó hacerse respetar, sobre todo para que no le trocearan pero poco a poco demostró su valía, su tesón, su potencial. Carlos saco todo lo que llevaba dentro (factor x), todo. Y se fue subiendo de rango hasta convertirse en el capitán Carlos cebolla, el más temerario y lacrimoso pirata de los mares del Caribe. Recordado con temor por todos, jóvenes y viejos, niños y ancianos del lugar.El niño cebolla ya era todo un “hombre” hecho y derecho.
FIN

Nota de la autora: esto es un relato histórico, no critiquéis los saltos temporales, han sido necesidades narrativas puras.

Escrito por Uxue. <3

1 comment:

Anonymous said...

te copio la entrada so zorra..que yo también quiero alniño cebolla en mi blog xD