Deberías ser un derecho fundamental. Estar recogida en la constitución. Obligada por decreto ley. Aprobada por minorías muy absolutas.
Deberías estar patentada. Registrada como propiedad intelectual, industrial, personal y emocional. Dejar en ridículo y evidencia tanta copia y falsificación.
Deberías estar protegida. Parque natural. Maravilla del mundo. Reserva de la biosfera. Patrimonio de tu Humanidad. A partir de cierta hora, deberías estar prohibida. Sólo para adúlteros. Sólo para ellos, y para mis ojos. La menos apta para casi todos los mayores.
En el resto de territorio, deberías prodigarte por entregas. Darte de poquito en poquito, perdona pero es lo que tienes que ser tú. También deberías salir en las películas. En todas las previsibles. En todas las que necesitan un gran final. Y en las que vayan directamente a un DVD.
Deberías figurar en los cuentos. Contra toda bruja mala, a por todo lobo feroz.
Deberías ser noticia. En todas las ediciones, justo después de los deportes, antes de cada temporal. Deberías estar en los sellos. Sólo en cartas de amor, de las que ya nadie escribe, de las que ya nadie quiere leer.
Deberías sonar todo el día, una canción con tu nombre. Una de esas que es casi imposible de versionar sin caer en herejía o sacrilegio. Y hablando del tema, deberías tener tu lugar reservado sobre cada altar. Para irle dando por saco a cualquier santería o santidad. Deberías hacer tantas cosas.
Como, por ejemplo, volverte dinero. Tan fácil de perder, tan difícil de ganar. Y a veces, volverte hostia. Tan fácil de ganar, tan difícil de olvidar.
Deberías ser producto de gran consumo. Acompañada siempre de tu eslogan. Ni se le ocurra salir sin ella.
Ser camiseta. O mejor, ropa interior. Imagino que no hay que explicarte por qué. Deberías llegar a todos los quioscos. Entre chucherías muy dulces y revistas que se compran por los artículos de investigación.
Igualmente habría que colocarte en las farmacias. Entre profilácticos con sabores y pastillas par ala lumbalgia, dosis de dos, cuatro y seis carcajadas al día.
Deberías cobrar por suspiro. Plus de peligrosidad cada vez que hicieras suspirar. En cuanto al precio, no sé, deberías salir más cara que las putas de lujo, pero tampoco tanto como un político, no nos vayamos a engañar.
Deberías convertirte en trofeo. Y declararte desierta edición tras edición.
Salirte de todos los mapas. Crecerte en los circos de enanos.
Poner a parir a todas las burras. Y a caer de un burro a las que aún no lo son.
Deberías embotellarte en frascos de perfume. Que hubiese que restregar mucho para sacarte de la botella. Y luego encima tuviesen que concederte los tres deseos a ti. Fabricarte a mano y a máquina. Estamos todos hartos de tanto frotar. Patrocinar las cajas de kleenex.
Poner a prueba el blanco de Ariel.
Y ya puestos, deberías mirar mejor con quién andas.
Deberías alejarte de mí.
Aunque al final, supongo que acabarás haciendo lo que siempre haces.
Lo que te da la gana.
RISTO MEJIDE, EL SENTIMIENTO NEGATIVO